El Cabrero dice adiós a la música. El flamenco ha estado siempre asociado a una idea de libertad artística irrenunciable. Y sus sonidos han sido también los de los márgenes y los oprimidos. Y si hay un artista que ha encarnado esa noción de libertad, de compromiso y de rebeldía por encima de cualquier otra consideración, ese es José Domínguez, El Cabrero, que lleva 40 años compaginando su amor por el flamenco con sus ideas y con su profesión de pastor de cabras, que nunca dejó de ejercer entre gira y gira. En los años ochenta llenó recintos de miles de personas en todo el mundo y llegó a ser el cantaor más solicitado en los festivales de flamenco. Sus letras han recogido siempre su forma de pensar desde una honestidad inquebrantable y sus principios le llevaron incluso al calabozo en más de una ocasión. Ahora, en su gira de despedida, llega por fin, y por primera vez, a nuestro escenario. Y lo hace acompañado de su hijo, y también cantante, Emiliano Domínguez Zapata. Nunca es tarde si la dicha es buena y si la ocasión, que será, esta vez sí, la última, lo merece. “Mansa es la campiña y brava la sierra y así soy yo, lo mismo que el paisaje”. Así es El Cabrero.