Dalet es la cuarta letra del alfabeto hebreo. También representa el número cuatro y significa puerta. En un sentido simbólico, alude al paso de un lugar a otro distinto al que nos encontramos, que puede conducirnos a algo bueno, malo, mejor o peor en relación a la situación actual. En consecuencia, simboliza el cambio. Pero desde ahora, Dalet es también la nueva coreografía del creador tinerfeño Daniel Abreu, quien la equipara a un símil de las etapas de la vida, esas que van pasando del nacimiento al crecimiento, a la adolescencia, a la vida adulta, la senectud, la muerte… «La presencia de Dalet, asegura, nos invita a cambiar de lugar, de mundo». Para un coreógrafo que se ha movido en un universo propio, construido pacientemente a lo largo de más de sesenta creaciones desde 2004, fecha en la que comenzó la andadura de su propio proyecto creativo en Madrid, trabajar una nueva coreografía desde un término enigmático y polisémico que sugiere cambios y transformaciones, implica de alguna manera irse de excursión por el mundo que él mismo ha creado, explorar a fondo lo inventado, para desvelarnos nuevas estancias, diferentes rincones y parajes de ese mismo lugar, que se ha construido siempre desde la danza expresiva, los gestos y las emociones, el atrezzo, la luz y la música. No cruzará estas puertas en solitario. Con él viajará una vez más esa fiel compañera de aventura y trayectoria que ha sido Dácil González, y un quinteto de bailarines, que lo devuelve al trabajo colectivo después de un solo relevante de su catálogo, la muy emocionada El hijo, y dos duetos con su bailarina favorita, los títulos La desnudez y el más reciente El arco, en el que trabajó con música en directo, algo que volverá a ocurrir en Dalet, con la participación de Hugo Portas y María Marín. También embarcada en la excursión, otra amiga de vieja data, la también bailarina y creadora gallega Janet Novás, en la asistencia de dirección. Cada nuevo trabajo de Daniel Abreu genera expectación. Aun cuando las coordenadas en las que se mueve son ya conocidas, reconocibles y reconocidas, en él lo nuevo siempre parece nuevo, y eso lo sabe ese sector del público que le ha venido siguiendo creación tras creación, verificando cada vez la amplitud y extensión de ese imaginario, tan apegado a la poesía visual y la sugerencia, que parece no tener fin.